Espiral. Las vueltas de la experiencia humana, de un círculo al otro en pasaje continuo entre los cielos y los infiernos de cada historia. El camino, y los retornos del camino. No el horizonte plano y vacío, sino el misterio oculto tras cada curva, a cada paso. Y finalmente el ascenso: subir por la espiral que atraviesa el cielo, que al dejar atrás esa soledad que es páramo e incertidumbre, llega un poco más arriba en cada círculo hasta tocar –en la soledad que es bosque, campo florido– lo que ya no se toca: la luz. La luz transmutada en oro.


Santa Sabina avanza por las órbitas infinitas de la espiral. Dibuja a cada trazo una curva abierta que, en un extremo, toca su origen y, en el otro, recrea, experimenta, inventa. El fruto de su travesía es esta Espiral, diez canciones con las que Santa Sabina (en su nueva alineación) invita al escucha a un recorrido incierto por el paisaje interno de sus propios laberintos.

Adriana Díaz Enciso